Con Maestría “Los Titingós”

Con Maestría “Los Titingós”

December 16, 2015 0 By Hector Luis Rivera

 

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Comienza y termina con una parranda, lo que no sabe su director es que para nosotros su mágica puesta en escena es toda una gran parranda de la que uno no quiere salir. JOSÉ CHEO OLIVERAS logra con esta reposición, que nos enamoremos nuevamente, como si nunca la hubiésemos visto, de los personajes de “Los titingós de Juan Bobo”, la maestría con la que movió estos deliciosos personajes que creó CARLOS FERRARI hacia 1976, fue magistral, logra un excelente ritmo y tempo en una gran orquestación de acción y palabra donde cada actor se convierte prácticamente en un instrumento musical esencial en la nostálgica comedia musical del dramaturgo argentino radicado en Puerto Rico. El vestuario muy bien seleccionado, a cargo de HARRY NADAL, definía la idiosincracia no sólo de cada personaje sino también de todo el colectivo. Bajo la iluminación diseñada por MARÍA CRISTINA FUSTÉ cada pieza del vestuario y cada situación de la historia lucía verdaderamente ambientada, tanto es así, que el paño blanco que definía un río dejaba de ser paño blanco para con la gran ambientación parecernos hasta “El río grande de Loiza” y esa escena de las lavanderas, orquestada por Oliveras, es toda una pieza maestra.

En cuanto al maravilloso elenco, solo elogios se pueden escribir. JEANETTE GONZÁLEZ, nació para interpretar a la curandera/espiritista del barrio: Doña Decorosa. No puedo pensar en otra actriz para interpretar ese personaje. Su Decorosa no sólo recogió la esencia de la creencia popular sino que la lleva con maestría a dimensiones casi místicas. Trabajó la parte hechicera del personaje a la altura de cualquiera de la brujas shakesperianas. González se apodera de la escena con fuerza e inunda las cuatro esquinas del escenario con una energía e ímpetu que contagia a sus compañeros de escena y que bien supo usar su director. Uno verdaderamente logra creer que sus “fufus” dan resultado. JORGE DIEPPA hace de Cástulo y de sus otras intervenciones, toda una obra de arte, sus movimientos y gestos son bien coreografíados y justificados. Dieppa sabe dominar muy bien el gesto y la palabra, el gesto y la acción. Su hipo fue casí contagioso y la gracia con que define los elementos ambientales es envidiable. Es el mago de la puesta en escena, pareciera que usara una varita mágica para hacer creer ante nuestros ojos que lo definido por él era cierto, nadie sintió el frío del agua del río mejor que él. JOSÉ CHEO OLIVERAS como Don Catalino y JESSICA FLORÍ como su hija Rosita, una Shirley Temple latina, logran, por momentos, que los odiemos por lo antipáticos que son sus personajes. La hija con el tradicional “chillido” tipo ambulancia y el padre, capataz-feudal, dispuesto a complacer a su “nena”, son muy bien interpretados por estos dos destacados artistas de nuestra comunidad. Oliveras y Florí sacan sus personajes del delineamiento caricaturesco que confeccionó Carlos Ferrari y le dan vida propia haciéndolos muy convincentes. FERMÍN SUAREZ y EVA CRISTINA VÁSQUEZ sientan cátedra con sus interpretaciones de Don Chepo y Doña Juana respectivamente. Ambos mantienen la integridad y verdad de sus personajes a los que no dejan caer ni para respirar. Dentro de toda la jocosidad que los caracteriza nos hacen sentir el dolor físico y vacío espiritual de Doña Juana y la frustración de Don Chepo ante los desplantes de ella. EDNA LEE FIGUEROA como Panchita y JOHARY RAMOS como Juan Bobo logran una magnífica química en escena. Ambos artistas tomaron muy en serio la relación amor-odio de sus personajes y le prestaron cuerpo y alma a toda la trama. Ellos envuelven a la audiencia a tal extremo que nos sentimos partícipes de su relación. La inocencia de ambos personajes es manejada por el dúo Ramos-Figueroa con garbo o como decimos en la isla; “con sarna”, esa inocencia pícara, malsana, traviesa y seductora que nos hace querer volver a nuestra adolescencia. Johary articula verbal y físicamente su Juan Bobo con gracia y tino, con movimientos rítmicos tipo marioneta viviente que va rítmicamente en “crescendo” a través de la trama hasta llevarlo a la altura del “Gigante de Carolina”, es grande su arte y hace grandiosa su interpretación. Edna Lee vuelve a darnos muestra de su histrionismo ya que antes de entregarnos a su maravillosa Panchita, nos había enamorado con su otro personaje en la historia: Clorinda, una de las mujeres de la vecindad. Su Clorinda muy bien interpretada y físicamente delineada para nada dejaba ver los aires juveniles, casi infantiles de su Panchita. Parecía que estábamos ante dos actrices totalmente diferentes, tal fue el manejo de la Figueroa con sus dos personajes, que si fuéramos a dar premios, Edna Lee se llevaría dos, uno por cada personaje. Así que Ferrari debe estar más que contento con esta versión, como dice los comunicados, “de su bulliciosa y colorida comedia musical basada en los populares cuentos de Juan Bobo, el querido bonachón del folklore puertorriqueño que a través de sus inocentes actos intenta comprender la presente sociedad materialista en la que se han perdido los valores tradicionales y espirituales.” Pena me dio abandonar la sala, fue como si dejara allí a mi familia, quería seguir viviendo en ese cosmo creado por los integrantes de Teatro Círculo, quería seguir parrandeando con ellos, amanecernos en una casa o teatro vecino, y comerme con ellos el sopón de la madrugada.

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