Impresiones después de leer buen teatro por Pedro Monge Rafuls

Impresiones después de leer buen teatro por Pedro Monge Rafuls

November 23, 2018 0 By Hector Luis Rivera

(René Marqués)

Impresiones después de leer buen teatro

Pedro Monge Rafuls

(Dramaturgo cubanoneoyorkino)

Los soles truncos” (1958) del dramaturgo puertorriqueño, René Marqués (1919-1979), es una obra alegórica llena de simbolismos que algunos críticos, buscando más allá del hecho teatral artístico y, quizás, forzando sus sondeos de acuerdo a sus intereses, han interpretado de distintas maneras: feminista, queer travestista, independentista, etc. En esta reflexión sólo se comentará la obra como una creación teatral, plantando sus posibilidades para la puesta en escena.

Utilizando adecuadamente posibilidades escénicas como los mitrales arriba de las puertas donde la luz del sol entra durante el día; y la escalera, Marqués se preocupó en detallar desde el más mínimo pormenor de la “jugosa” escenografía para crear acción, al mismo tiempo que para concebir una mansión misteriosa y humanamente horrible. 

(“Los soles truncos” Tatiana vecino, Mónica Steur y Wanda Arriaga, dirección Carmelo Santana-Mojica (Nueva York, Teatro Círculo)

Se preocupa en detallar los juegos luminotécnicos en determinados momentos de la acción. Y también puntualiza determinados movimientos de los personajes. Así, admirablemente, con los soles truncos de las puertas se crea el ambiente de la casa donde no puede entrar el sol, según lo planeó Hortensia, la hermana más bella. La escenografía y el juego escénico de los personajes crean el ambiente determinado para que las hermanas Burkhart  enreden con sus sombrías existencias, enriqueciendo el hecho teatral continuamente durante toda la obra. El juego del tiempo, cuando entra Hortensia, joven y  bella, a escena es un golpe dramatúrgico magistral que, entre otras cosas, además del tiempo, rompe el estilo lineal, realista, llevado hasta el momento, dándole una nueva configuración estilística a la acción, y al modo, de la obra. Esa entrada de Hortensia en escena, en la parte de arriba de la escalera, es de agraciada teatralidad, al mismo tiempo que aumenta el juego macabro cuando baja a conversar con Inés, conversación cruel, marcadora de todo lo que sucederá en el resto de la trama, pero, sobre todo, aclaradora de lo que ha sucedido en sus vidas hasta ese momento.  De mucha teatralidad son los tonos sombríos y misteriosos, que también aparecen en otras escenas durante toda la obra; e igualmente, cuando Hortensia habla con Emilia, mientras Inés busca el ataúd: ¡Horrible!, según grita Emilia espantada.

El lenguaje es ameno, activo, mueve la acción continuamente.

(Micheline Calvert y Paula Alí, dirección Doris Gutiérrez (Cuba, Compañía Hubert de Blanck)

No cualquier director puede captar las sutilezas dramatúrgicas de Marqués en esta pieza, ni cualquier crítico puede interpretar lo que Marqués “escribió” brillantemente. No es una obra fácil; tiene un sutil estilo teatral narrativo, tocado de ligero dramatismo oculto en la tragedia, que la hace parte de una forma muy latinoamericana de acercarse al hecho teatral, encontrado en otras obras como: “Los amores criminales de las Vampiras Morales” del mexicano Hugo Argüelles; “Juego de damas” del cubano Julio Matas; “OK” del venezolano Isaac Chocrón; “El mayor General hablará de Teogonía” del cubano José Triana; “Enemigos” del panameño José de Jesús Martínez; “Entre amigos” del cubanoneoyorkino Pedro Monge Rafuls; y otras obras.

Las mujeres de “Los soles truncos” parece que no saben quiénes son y viven a merced de las circunstancias que les ha tocado vivir. De ahí viene la complejidad de sus comportamientos; no representan seres simples, sino entes más complejos. Las tres frustradas hermanas han estado enamoradas del mismo hombre, pero es Hortensia la que se va a casar con el alférez. Esta realidad las lleva hacia la autodestrucción. Y Marqués lo escenifica estupendamente creando un ambiente de enredadas emociones diferentes: crueldad, dolor, frustración, enfrentamiento, incomprensión, desesperación, amor, dignidad, enojo, humillación, resignación, afecto, aceptación, desgracia. Emociones que exigen la lectura de un buen director de escena que capte esas diferentes emociones y las rupturas que generan. Tres personajes que exigen las interpretaciones de actrices perspicaces que logren trasmitir en el escenario lo que Marqués concibió en el papel.

El segundo acto es tremebundo desde el comienzo; como toda la obra está lleno de sutiles mensajes escénicos entrecruzando los recuerdos y la actualidad con la narración, los efectos luminotécnicos y el movimiento de las hermanas, capaces de enriquecer la trama y el ambiente. El acto comienza con Emilia, limpiando y decorando la casa con flores. Es una preparación de la casa para el ceremonial que va a ocurrir, que no es el velorio sino el fuego. Llama la atención la forma en que Inés encuentra el cuaderno donde Emilia escribe sus poesías, que no son otra cosa que su existencia. Todo es continúo: llegan los acreedores, y las hermanas deciden destruir la casa. Hortensia acude a la reunión de las tres hermanas para llevar a cabo la catástrofe, luciendo galas nupciales, pero como reina del carnaval, en la carroza en que ha convertido al ataúd. Marqués marca la escena, buscando afianzar el propósito del juego teatral concebido por él durante toda la obra: “La muerte aquí se muestra como un sueño poético, no como una visión macabra”. El final es excesivo.

Esta obra retrata a dos, de tres hermanas, en una luz negativa, expresando acusaciones, reproches y resentimientos, cualidades que a menudo se combinan con intentos patéticos y contraproducentes de afecto. Es teatro donde se mezcla lo psicológico, lo humano, lo misterioso, lo enredado, de forma tal que la hace una obra maestra, clásica, digna de magníficas actrices a representar en los mejores escenarios.