Hoy, Julio Garmendia por Romúlo Páez Capriles

Hoy, Julio Garmendia por Romúlo Páez Capriles

November 5, 2018 0 By Hector Luis Rivera

HOY, JULIO GARMENDIA

por Rómulo Páez Capriles

Julio Garmendia legó ejemplos que no se deberían olvidar. Como ciudadano, como intelectual y creador es un ejemplo a seguir. La joven generación de escritores venezolanos de 1959 reivindicó al cuentestista al publicitar los méritos de su escritura, al tiempo que abogó porque esos méritos fueran reconocidos a nivel continental.

Julio Garmendia nació el 9 de enero de 1898 en la haciendo “El Molino”, el Tocuyo en el Estado Lara, Venezuela. Estudió en el Colegio “La Salle”. En 1914 cursó estudios de comercio en Caracas pero los abandonó para trabajar como redactor del Diario El Universal. Ahí comenzó su relación  con los miembros de la generación del 18. En 1923 viajó a Europa en donde se desempeñó como diplomático en las delegaciones de París, cónsul general en Genova, Copenhague y Noruega hasta 1940 cuando regresa a Venezuela. Fue periodista, ensayista y escritor. Falleció en Caracas el 8 de Julio de 1977.

Garmendia en 1009 publicó un pequeño ensayo en el diario El eco Industrial, en 1927 La tienda de Muñecos, en 1951 La tuna de oro y en 1979 La hoja que no había caído en su otoño, todos de cuentos. En 1984 fueron reunidos y publicados Opiniones para después de la muerte y en 1986 La ventana encantada.

En 1925, antes de que La tienda de muñecos viera luz en la imprenta, Jesús Semprúm desde Nueva York después de leer el libro le escribió esto:

JULIO GARMENDIA no tiene antecesores en la literatura venezolana. Durante un siglo nuestras letras han oscilado entre el lirismo delirante y  etéreo y la más pesada chacota, sin conocer apenas los matices intermedios.  Los “costumbristas” chapoteaban en el barro; los líricos se quedaban en las   nubes. Nuestros escritores abren la boca para carcajear en recias explosiones de burla; o ponen los ojos en blanco para suspirar fementidas delicadezas: o fruncen el ceño para prorrumpir en campanadas y falsas contumelias. Aquí y allá pueden recogerse algunas flores de ironía y de buen humor, que apenas alcanzan para formar un ramillete exiguo. (13) (Julio Garmendia La tienda de muñecos. Monte Ávila Editores. 1976.)

Otro de los puntos analizados por Semprúm es lo concerniente con los personajes creados por Garmendia. Refiere que aunque los personajes “tienen una dilatada parentela en el mundo de los libros”, los creados por don Julio son característicos y obedecen a una realidad popular. Podríamos comentar que pertenecen a una idiosincarasia nacional. Como ejemplo el crítico analiza al personaje del Diablo en dondo destaca la creatividad del autor al darle cuerpo a los dos personajes del cuento: cuando enfrenta al hombre y al Diablo en un juego de ver quién es el más hábil.

También subraya el crítico que en los cuentos de Garmendia se siente la ironía y cierto sabor de sátira, y que eso le da una unidad intrínsica de consistencia a la obra realizada.

Cesar Zumeta en el 1926 desde Roma en otra carta a Garmendia igualmente antes de ser publicada La tienda de muñecos le expresa su sentir después de haber leído los cuentos. Zumeta ahonda en el contenido ideológico de los cuentos. Analiza cada cuento desde la perspectiva de lo que representan los personajes ficticios en contraste con la realidad en la que el autor los creó, y aplaude la importancia de la ironía al dejar anotado lo siguiente:

Pero la ironía de usted no ha de ser golondrina íngrima, sino presagio del temperamento de una generación risueña, vigorosa, resuelta a desanimar a los imitadores y copistas, y a exigir, al fin, y a dar, como lo hace usted, subsanticia original en molde propio.  Consiéntame decirle que se han hecho ustedes esperar.

Apesar de esos comentarios expresados por los dos críticos leterarios en  1925 y 1926 La tienda de muñecos pasó desapercibida. Tuvo que esperar la llegada de una nueva generación de escritores para que se le reconocieran los méritos señalados por Semprúm y Zumeta.

  

Domingo Miliani acota que el niño Julio pasó sus primeros años al lado de su abuela, debido a que fue huérfano de madre. Y que cuando lo llevaban a la hacienda, propiedad de su padre, sus compañeros y amigos eran los animales y la naturaleza que le circundaba (Domingo Miliani epílegos de La tienda de muñecos. Monte Ávila Editores 1976). Por lo que en esa etapa de su vida nació su amor por los animales y los árboles. Miliani señala:

El contacto con la naturaleza contribuyó a forjar, sin duda, en el futuro narrador, una aguda capacidad de observación y amor entrabañable por los árboles y los animales. Don Julio recuerda, con los ojos perdidos      hacia el tiempo infantil, que en la hacienda, frente a la casa, había un corral donde vivian unos venados en cautividad. Los venados eran mansos y fueron algunos de los primeros amigos para aquel niño tímido. (83)

A su llegada a Caracas escribió un poema en honor a su abuela fallecida y a la ceiba como una prueba de su amor por la abuela, así como también por la naturaleza. En Caracas Garmendia al abandonar el trabajo por las tardes en el diario El Universal se iba a la Plaza Bolivar en donde oía la tertulia de escritores, anotaba en su libreta frases o palabras que le llamaban la atención, al tiempo que tenía la oportunidad de aislarse para contemplar a los animales y la arboleda de la plaza. Luego en silencio y sin que nadie se percatara se iba al hotel, para continuar escribiendo y corrigiendo sus cuentos. De esa manera fue dándole vida a sus personajes ficticios e inolvidables.

En el cuartico del hotel Garmendia escribió los primeros cuentos de la Tienda de muñecos. Es oportuno destacar que en esa época el país estaba gobernado por el dictador Juan Vicente Gómez. Gómez se rodeó de intelectuales, escritores, profesionales universitarios, comerciantes y gente de la clase media que lo apoyaron en su gobierno, incluso, algunos fueron miembros de su gabinete. Pero al mismo tiempo y paralelo a esa situación se fue formando un movimiento contestatario formado por jóvenes estudiantes, escritores y trabajadores -lo que se llamó la generación del 18- que combatió a la dictadura desde diversos ángulos estratégicos y políticos. La situación política, policial y social en el país era de un carácter abominable. La delación y el abuso de poder no tenía igual, era practicado por todos los acólitos de Gómez sin importar que nivel de education o rango tuvieran. Fue en esa etapá histórica en que Garmendia  escribió La Tienda de muñecos. Algunos de los cuentos del libro fueron escritos en Caracas y la otra parte en París.

Otra realidad con la que se encontró Garmendia fue la que tuvo que ver con el acontecer literario en el primer cuarto del siglo XX. Miliani en su comentario dice:

Pero aquel volumen precedido de los dos certeros elogios de Semprum y Zumeta, integrado por ocho narraciones, caía en una Venezuela sobresaltada de vanguardia, famélica de ultraismo, convaleciente de un criollismo hipertrofiado que había herido de muerte a la narrativa, aún entro los propios modernistas. […] con un lenguaje espeluznado de metáforas, continuaban más     o menos fieles -en la temática- a manifestaciones de realismo rural. (94)

Aunque La tienda de muñecos no fue bien recibida, no por eso dejó de  aportar elementos que enriquecieron  el arte de escribir cuentos al ser incorporadas nuevas técnicas en la estructura y desarrollo de la trama, al igual que lo hizo en cuanto al planteamiento de los temás. Garmendia reivindicó a la primera persona como el narrador. Nuestro autor se valió de la ironía y del sarcasmo para satirizar las realidades desde un punto aparentemente ambigüo al escribir sus cuentos fantasticos, “Ese juego de lo ambigüo, arma de doble filo del cuentista fantástico llega a ser el secreto profesional mejor guardado en sus constantes expresivas por Julio Garmendia”. (97)

Y Oscar Sambrano Urdaneta ( Prólogo. EL ESPEJO MÁGICO. LA TUNA DE ORO. Monte Ávila 7ma. Edición. 1995). llega a la conclusión que algunos de los cuentos de Garmendia tienen dos connotaciones al mismo tiempo, que se van desarrollando a medida que la trama avanza. Una es subjetiva, connotada, la otra denotada. Podríamos asumir que lo que llama Urdaneta connotada es lo que tiene que ver con el subtexto en el cuento, pero, lo que él plantea es que en la cuentística de Garmendia, ese subtexto obedece a una historia que se va extendiendo paralela al mismo tiempo que la historia denotada, y que en esos casos necesita de la participación e interpretación del lector para ser apreciada.  A ese respecto el crítico observa:

Otra de las constantes que pueden observarse en las estructuras narrativas de nuestro cuentista, es la marcada simplicidad de sus historias, […]. Pero esta simplicidad es solo aparente. En algunos de sus cuentos se juntan dos realidades que sirven de referente a dos historias. ( 8 – 9 )

Urdaneta agrega, además, que las dos historias en los cuentos van estrechamente relacionadas y sus finales son concomitantes. Lo que deja al lector en plena libertad para que se imagine la historia connotada. Él menciona como ejemplos a los cuentos Manzanita y el Médico de los muertos.

El crítico también anota que algunos de los cuentos de Garmendia tienen rasgos del absurdo, por lo que en determinados casos se observan imágenes aparentemente contrapuestas, y que esto le da cierto paracido con el absurdo. Urdaneta cita a Martín Esslin cuando éste se refiere a Esperanto a Godot como un ejemplo para analizar la cuentística de Garmendia:

Toda la obra es una compleja imagen poética compuesta por imágenes     parciales, temas que se enlazan como en una composición musical, no como en la mayoria de las obras tradicionales,  para presentar una línea de evolución y desarrollo, sino para provocar en la mente del espectador la impresión compleja y total  de una situación básicamente estática. (10)

De acuerdo a lo que apunta la cita anterior, Urdaneta observa que en la estructura de algunos de los cuentos de Garmendia también se encuentran imágnes parciales, en las que “aparentemente en la trama no pareciera ocurrir nada de importancia” con el fin de crear en el lector la impresión de una situación estática. Como ejemplo Urdaneta menciona al cuento Las dos Chelitas en donde la historia transcurre y pareciera no suceder nada, hasta el final cuando el cuento se termina y vemos el desenlace.

Otro de los elementos que encuentra Urdaneta en los cuentos de Garmendia es lo relacionado con la poesía. Sostiene que una de las características del abusrdo es lo poético y que ese rasgo se encuentra en la cuentística garmendiana.

La hoja que no había caído en otoño es el tercer libro de cuentos de Julio Garmendia. Gracias a Urdaneta este libro fue editado 27 años después de haberse publicado La tuna de oro. Los editores de esta edición (La hoja que no había caído en su otoño. Julio Garmendia. Monte Ávila editores/INCE Caracas, Venezuela 1986) aprovechan los comentarios escritos en una edición de esta obra fuera de comercio por Urdaneta en donde él señalaba algunos puntos importantes para entender las razones del distanciamiento de Garmendia en la publicación de sus libros.

La primera explicación que nos ofrece Urdaneta es que Julio Garmendia nunca estuvo apresurado por la publicación de sus cuentos. Y que eso se debió a su responsabilidad como autor que lo llevó a realizar una sucinta revisión de sus trabajos antes de  publicarlos. Agrega el comentarista que Garmendia no fue aficionado a enseñar sus cuentos antes de publicarlos y que si alguién se los solicitaba, muy cortéz lo evadía. Urdaneta comenta:

Julio Garmendia continúa sorprendiéndonos en este aspecto al ratificarnos que no padeció de premuras para dar a conocer sus escritos. Sólo editó, como se sabe, dos breves volúmenes: La tienda de muñecos (1927) y La tuna de oro (1951). Entre este ultimo y La hoja que no había caído en su otoño (1979)   median veintisiete años, que pudieron haber sido mucho más, si otros  no hubieran asumido la responsabilidad de publicar esta obra. (8)

Además señala Urdaneta que es incomprensible los largos silencios literarios de Garmendia, ya que en los papeles que dejó al morir habían cuentos escritos que bien habrían podido componer nuevos libros, como lo es La hoja que no había caído en otoño, y los demás cuentos que forman el libro con ese título. Y para concluir el artículo Urdaneta dice:

Probablemente no le habría sido enojoso finiquitarlos de no haber sido porque su modo de encarar el acto creador lo sometía a una morosidad  en su trabajo literario que su carácter se encargaba de apuntalar al situarlo  al margen de toda premura, en una via que se deslizó serena, dueña de sí misma, rara vez agitada, ni siquiera ante el inevitable terror aquerontis, del que pareció no haber sufrido sino hasta las vísperas de su muerte”. (10)

Con este trabajo lo que me he propuesto es destacar la imagen de Julio Garmendia como ciudadano y artísta, punto que creo es importante para la compresión de su obra.

R.P.C.

02-11-2018